Plaça Francesc Macià. 1950 – Barcelona, España
Mercè Rodoreda- La calle de las camelias
Conocí a Mercè Rodoreda hace ya tiempo. En la televisión estaban emitiendo una serie que me gustaba mucho, La Plaza del Diamante . Tendría unos 13 o 14 años, era pequeña para entender lo que nos contaba Natalia, la Colometa, su protagonista. Mi madre me la dejó ver con algún que otro reparo y yo estaba totalmente fascinada.
Poco tiempo después, ya algo más mayor, la profe de Literatura nos propuso leer la novela. Desde entonces la Colometa y Rodoreda se quedaron conmigo : )
Leyendo otro de los relatos de esta gran escritora, he conocido a alguien más, se llama Cecilia y te puedo asegurar que es otro personaje inolvidable.
¿Me acompañas?. Hoy nos vamos a Barcelona y nos vamos a pasar por la casa donde abandonaron a Cecilia, cuando era un bebé, al pie de la verja del jardín, en La calle de las camelias.
Una calle donde empieza y acaba todo, bajo el tilo, el árbol inmenso del jardín : )
Tranvía estacionado en el paseo de Gràcia a la altura de la avenida Diagonal. Barcelona, años ’40 ’50. Colección Plasencia- Archivo Histórico Fotográfico IEFC
El día que la pequeña Cecilia llegó a casa del señor Jaume y doña Magdalena, un extraño cactus floreció de la nada en el jardín.
Este matrimonio de mediana edad, sin hijos, recibe y acoge a la pequeña. Los dos tratan, a su manera un poco inexperta y ya cansada, de cuidarla y mimarla.
Pero Cecilia es un ser especial, como ese misterioso cactus.
Una niña melancólica y solitaria, con un universo propio. Marcada por el abandono, por el desconocimiento de sus orígenes, busca desesperadamente su identidad, su lugar en el mundo. Se siente extraña, perdida, ajena a lo que le rodea.
Vive cómoda, pero esa casa no es un refugio protector, fuera de esa verja hay algo más que atrae. En su alma se esconde cierto gusto por el lado «peligroso»,»salvaje» y «marginal» de la vida.
Acostumbrada a vivir entre silencios, la niña observa todo y siente, siente mucho. Su curiosidad es enorme, desea saber, querer y que la quieran, aunque, curiosamente ella no se deja amar. Esa incapacidad esconde una profunda insatisfacción y grandes inquietudes de vivir, tener aventuras y experiencias.
Y Cecilia huye, huye siempre hacia adelante, de sus miedos o quizás ni siquiera sepa de que.
Enfrentarse a nosotros mismos y a nuestros fantasmas, ponerle nombre a nuestras emociones, siempre asusta.
Nuestra amiga quiere ser fuerte y resulta ser «humana», una persona con sus claroscuros, llena de contradicciones. Busca ser libre, manejar las riendas de su vida y al mismo tiempo, tan indefensa, necesita ataduras, asideros, un vínculo. Sin embargo, nunca siente pertenecer ni a nada ni a nadie, está siempre de paso, como si viviera entre fronteras.
Cecilia resulta compleja, cuesta entenderla, es muy complicado entender nuestros comportamientos y motivaciones, comprender el mundo interior de cada uno.
Escucha lo que te cuenta y descubrirás su fragilidad, su ternura y sensibilidad, conocerás esos anhelos y deseos que se le escapan tal y como vienen. Creo que nunca deja de ser una niña, conmueve.
El sufrimiento y la soledad, un gran vacío, acompañan su día a día y ella nunca se queja. Valientemente va tomando decisiones, que sean las más acertadas es otra historia ; )
Te entrarán ganas de protegerla y no te va a dejar, Cecilia es así.
Crece con las especulaciones acerca de su padre, un padre que podría ser desde un famoso pianista a un delincuente. La niña tiene imaginación y ese padre, esa figura masculina ausente y la falta de su protección van a marcar su vida y sus comportamientos, es incapaz de sentir afectos duraderos.
Aislada, sin amigos, nunca va al colegio. El señor Jaume le enseña todo lo que tiene que saber.
Un día se escapa de casa con la intención de buscar a su padre, desde entonces habrá más escapadas. Fuera hay muchas cosas por descubrir, entre ellas el primer amor, la pasión y la juventud.
Cecilia tiene quince años y un joven llamado Eusebio la está rondando. Se fuga para vivir con él en una barriada marginal. Tú y yo sabemos que se precipita y que va a cometer un gran error…¡Ay!, nadie va a poder impedir su descenso a los infiernos. Quizás necesite bajar al abismo para resurgir.
Carrer de la Boqueria
Comienza su viaje a través de relaciones personales conflictivas, intensas y dolorosas y puede que después de muchos años, llegue a dominar su sentimiento de soledad y desarraigo y se convierta en una mujer madura e independiente…eso tendrás que descubrirlo por ti mism@
Calma su dolor y desesperanza en brazos de hombres de los que en ocasiones se enamora y otras veces no le importan nada, dejándose llevar, simplemente por el hecho de sentirse arropada y acompañada. Estos hombres la tratan como un juguete, como a una muñeca rota.
El hambre y las penurias la llevan por caminos turbulentos, a situaciones terribles y sórdidas, siempre de una manera muy inconsciente, casi sin querer.
En este viaje recorremos con ella la ciudad de Barcelona, en plena posguerra. A Cecilia le gusta pasear por el mero hecho de vagabundear, sin rumbo fijo, observando desde su soledad.
En el camino encuentra consuelo, reflexiona sobre lo cotidiano y sueña despierta, tratando de hallar una salida al sinsentido de su existencia.
San Jordi 1934
A lo largo de sus paseos, las calles van siendo diferentes y reflejan su estado de ánimo. Al principio todo es un misterio, todo está por descubrir y es estimulante.
La ciudad está triste, gris, derrotada, desolada y angustiada como ella. La guerra y la posguerra han sido devastadoras.
Cecilia sabe mirar y los árboles, las flores de los parques y de las ramblas, los lugares por los que deambula se convierten en su reino. Allí se siente autónoma y libre.
Las flores, siempre las flores, que necesita como un símbolo de todo lo bello y hermoso o para alegrar esos momentos duros y difíciles.
Francesc Català Roca: Via Laietana, Barcelona, 1950’s
De una manera sencilla, aparentemente suave, Rodoreda te lleva de la mano y de repente te das cuenta que estás leyendo algo desgarrador, profundo y complicado. Es sorprendente y desconcertante. Admiro su forma de contar fantástica, envolvente, natural y sincera, muy poética.
En sus relatos deja hablar a sus personajes, intimas con ellos, eres su cómplice. Se percibe un contacto muy íntimo entre la escritora y su personaje, me encanta.
A pesar de partir de una concepción de la vida trágica y dramática, la escritora sabe hacernos ver que detrás existe belleza y posibilidades,que hay que intentarlo y atreverse a vivir.
Me alegro de haber participado en este reto, propuesto por Lourdes del blog El despertar de un libro.
Para celebrar los 50 años de la primera edición de La calle de las camelias, organizó una lectura conjunta, con una tertulia virtual posterior en la que ha sido un placer compartir impresiones con Lorena del blog El pájaro verde y Rosa, la dueña del blog Cuentame una historia. Mil gracias por todo chicas.
«Lo mínimo que se puede pedir a las personas inteligentes es que sepan ser felices, que sepan vivir y que sepan aceptar.» Mercè Rodoreda