Flush- Virginia Woolf
«Tenía ese matiz especial marrón oscuro que reluce al sol, como el oro. Sus ojos eran unos ojos color avellana. Las largas orejas le enmarcaban la cabeza como una capota, sus piececitos estaban endoselados con mechones y la cola era ancha.»
Pintado por Vanessa Bell
Flush, es un perro, un cocker spaniel, con carácter y personalidad propia y al que, inevitablemente, vas a coger mucho cariño.
Es tan inteligente, que solo le hace falta hablar, o eso decía mi abuela de todos sus perros ; )
Virginia Woolf, de una forma mágica y genial consigue que Flush nos cuente… y tiene mucho que contar.
Alguien tenía que darle voz a este perrito y nadie mejor que Woolf para hacerlo…¡Qué manera de escribir!, ¡qué relato tan delicioso!.
Flush no es cualquier perro, entre otras cosas, porque va a pasar toda su vida acompañando, queriendo y cuidando a su ama, la poetisa Elizabeth Barret Browning. Llegaron a convertirse en cómplices y fueron inseparables.
Es un spaniel de pura raza, de rancio abolengo y con grandes antepasados en su árbol genealógico ; )
Se crió en una granja de Reading, en la casa de Mary Russell Mitford, una íntima amiga de Elizabeth. Todo apuntaba a que su vida iba a transcurrir felizmente libre en el campo. No, nuestro amigo tiene otro destino y le esperan sorpresas y otras aventuras.
La actriz Norma Shearer como Elizabeth Barrett-Browning en The Barretts of Wimpole Street.
A los pocos meses de nacer, se convierte en un regalo para Elizabeth, que vive convaleciente, sin apenas salir de su habitación en la casa familiar de Londres, en Wimpole Street.
La poetisa Elizabeth Barret es estimada y admirada por su coraje y por la independencia de sus puntos de vista. Entre su corte de admiradores se encontraba la genial Emily Dickinson, que según cuentan, como cualquier fan, tenía un cuadro con una fotografía de Barrett en su habitación : )
Barret siempre se preocupó por la manera de corregir muchas injusticias sociales y se atrevió a denunciarla en sus poemas. El comercio de esclavos, el trabajo en condiciones precarias de los niños en minas y fábricas e incluso la falta de libertad y de opinión de las mujeres en la sociedad victoriana, son algunos de sus temas.
Tenía unas ideas muy claras respecto a la esclavitud y apoyó la causa abolicionista, lo que probablemente provocó algún que otro enfrentamiento con su padre.
Elizabeth nació en 1.806, en Cochoe Hall, cerca de Dunham. Su padre, Edward Multon Barrett poseía una rica y extensa plantación de azúcar en Jamaica.
Elizabeth, a la que llamaban «Ba» , vivía según lo que se esperaba de una señorita de su posición. Montaba a caballo, paseaba y disfrutaba de picnics, tomaba el té, recibía visitas y participaba en funciones teatrales caseras.
Los libros ocupaban un lugar muy muy importante en su vida, quizás buscando alejarse del bullicio social de su familia. Muchos años después comentó: «Los libros y los sueños eran lo que vivía y la vida doméstica sólo parecía moverse suavemente alrededor, como las abejas sobre la hierba».
A los cuatro años había comenzado a componer versos. Desde muy pequeñita le apasionaban las historias de Inglaterra, Grecia y Roma y leía a Shakespeare. Necesitaba saber, aprender, llegó incluso a conocer el suficiente hebreo como para leer el Antiguo Testamento.
Siempre tuvo predilección por las obras de Tom Paine, Voltaire, Rousseau y Mary Wollstonecraft, lo que ya era un síntoma de su interés y preocupación por los derechos humanos.
Elizabeth fue educada en casa por un tutor, el mismo que preparaba a su hermano para entrar en Charterhouse. Su amistad con Hugh Stuart Boyd, un catedrático helenista ciego, que vivía con su esposa e hija muy cerca de su casa, fue fundamental y fomentó su entusiasmo por la literatura griega clásica.
Una casa señorial de una plantación de Jamaica
A los once o doce años compuso un poema épico, La batalla de Maratón, que fue impreso de manera privada por su propio padre. La mayoría de las cincuenta copias que se publicaron permanecieron en casa de los Barrett. Este poema es la más rara de sus obras.
En 1.832 el universo de los Barrett se tambalea. Las plantaciones jamaicanas han sido mal administradas y sufren graves pérdidas. No se pueden mantener el lujo de mantener la finca y sufren la tristeza y vergüenza de tener que ofrecerla en subasta pública ya que los acreedores comienzan a acosar.
La señora Barrett había muerto en 1.928 y Mr Barrett y sus hijos se fueron a vivir a Sidmouth en la costa sur de Devonshire.
Puede que se eligiera esta ciudad del sur de Inglaterra debido a la preocupación por la salud de Elizabeth. No se conocen muy bien cuales eran los síntomas de su enfermedad. Cuentan que a la edad de quince años y tratando de ensillar su pony se había herido en una columna vertebral y que siete años después una rotura de un vaso sanguíneo en el pecho provocó que su salud fuera tremendamente frágil y una tos crónica. Lo que si es cierto es que su padre cuidaba de ella celosamente y puede que de una forma un poco asfixiante.
Vivieron durante tres años en varias casas alquiladas en la ciudad costera y, en 1.835, se trasladaron a Londres donde establecieron su residencia permanente, en el 50 de Wimpole Street.
Para Elizabeth fue un golpe muy duro alejarse del mar y no le gustó su nuevo destino, pero descubrir las posibilidades de la ciudad y sus actividades literarias y artísticas muy pronto le alegró y motivó y pronto comenzó a ser conocida en los círculos culturales y publicaba sus poemas.
Comienza su amistad con Mary Russell Mitford, que nos la describe como «una figura ligera y delicada, con una lluvia de rizos oscuros cayendo a cada lado de una cara más expresiva, ojos grandes y tiernos, ricamente bordeados por pestañas oscuras y una sonrisa como un rayo de sol «.
Cuando se da a conocer Los Serafines y Otros Poemas, a pesar de su excesivo drama y moralismo, muchos críticos hablaban de su personalidad, de la belleza de sus escritos y de un futuro prometedor. Quizás hoy en día su gran misticismo y sentimentalismo nos resulte un poco chocante, sin embargo para los victorianos eran muy populares.
Barrett es golpeada de nuevo por su enfermedad y una ulceración tuberculosa de los pulmones, y por insistencia de su médico, le llevan a mudarse a Torquay, en la costa de Devonshire. En febrero de 1.840, su hermano Samuel murió de fiebre en Jamaica y su hermano favorito Edward (‘Bro’), se fue con ella a Torquay y ese verano se ahogó por accidente.
El abatimiento es terrible, no tiene fuerzas, ni lagrimas ni palabras para expresar su dolor. Barrett escribió a Mitford: «…Estoy muy cerca de la locura, locura sin esperanza absoluta».
Regresó a la calle Wimpole en 1.841.
Pasaba la mayor parte de su tiempo sin salir de su cuarto de arriba y poco a poco comenzó a recuperar la salud, viendo siempre a muy pocas y seleccionadas personas, a parte de su familia más cercana.
Y aquí aparece el maravilloso regalo, la sorpresa y la ilusión; el pequeño perrito «Flush», que se convertirá en su gran amigo y compañero.
Norma Shearer en la película The Barretts of Wimpole Street (1934), fotografiada por George Hurrell.
Flush siente, siente mucho y oye. Olisquea percibiendo con extraordinaria sensibilidad y mucho sentido del humor todo lo que le rodea. No se le escapa nada. Es increíble el espectáculo sensorial que nos muestra su olfato.
Flush , en la oscura y melancólica habitación donde está recluida su ama, percibe todo lo que acontece a su alrededor. Reconoce todas las emociones de su dueña y detecta el más mínimo cambio en su estado de ánimo. La fidelidad y el cariño es muy grande.
Con una divertida e irónica visión «perruna» nos cuenta como era esa sociedad victoriana llena de reglas y prejuicios, de convencionalismos y somos testigos de la situación de la mujer que se ve obligada a luchar desesperadamente y contra todas las rígidas normas sociales para conquistar su libertad.
La poesía de Elizabeth atrajo a Robert Browning, uno de los escritores más populares del país. Se decidió a escribirla:
«Amo tus versos con todo mi corazón, querida Miss Barrett».
Mantuvieron correspondencia durante un tiempo. Browning y Barrett se encontraron en la habitación de la escritora y comenzó su historia de amor.
¿Quién es este hombre que pretende rivalizar con él por el amor de su ama? ummm, creo que a Flush no le va a caer muy bien Mr Browning, hay que marcar territorio y darle un toquecito de atención así que…¡Toma, varios mordisquitos en la pierna!.
¿Terminarán por caerse bien el perro y el poeta? Creo que sí, los sentimientos de Browning por Elizabeth son reales y el amor cambia para siempre la vida de su ama y por supuesto la del perrito.
El romance se llevó a cabo en secreto. Elizabeth y sus hermanos sabían que su padre desaprobaría esta historia.
Se casaron a escondidas en la Iglesia Parroquial de St. Marylebone, pasaron la luna de miel en París. En septiembre de 1.846 decidieron establecerse en Italia.
El cambio, el contraste entre la encorsetada sociedad victoriana y la libertad y sensualidad de Italia emborrachan de vitalidad, alegría, ilusión y ganas de vivir a Flush y a Elizabeth, que se abandonan al puro deleite y disfrute.
Flush corre libre, disfrutando de los olores y sabores de Florencia, saboreando cada momento como el perro curioso, ingenioso y glotoncete que es. Si le sigues vas a callejear con él por las calles de la ciudad. Paseos especiales, muy sensoriales y divertidos. ¡Qué percepción la de este perro!.
Elizabeth y Flush por fin son ellos mismos.
El señor Barrett desheredó a Elizabeth. Ella había previsto el enojo de su padre, pero no esperaba el disgusto de sus hermanos, que vieron a Browning como a un cazafortunas.
Mientras, los Brownings eran muy respetados en Italia, e incluso famosos. Elizabeth cada vez más feliz y más fuerte, después de varios abortos, dio a luz a un hijo, Robert Wiedemann Barrett Browning, a quien llamaron Pen.
La pareja llegó a conocer un amplio círculo de artistas y escritores, incluyendo a William Makepeace Thackeray, la escultora Harriet Hosmer y Harriet Beecher Stowe. En 1.849 conoció a Margaret Fuller y a la novelista francesa George Sand, a quien Elizabeth admiraba desde hacia mucho tiempo.
Cuando murió una vieja amiga y después de la muerte de su padre, la salud de la escritora se desvaneció de nuevo. Se trasladó de Florencia a Siena, residiendo en la Villa Alberti. La política italiana le preocupaba y absorbía, apoyaban el Risorgimento italiano.
Publicó un pequeño volumen de poemas políticos titulados Poemas ante el Congreso, que le sirvieron para ser etiquetada como una fanática en Inglaterra.
En 1.860 volvieron a Roma. La hermana de Elizabeth, Henrietta, había muerto. Estas noticias la debilitan y deprimen y se ve obligada a usar morfina para aliviar su dolor.
Murió el 29 de junio de 1.861 en los brazos de su marido. Browning dijo que murió: «sonriente, feliz, y con una cara como la de una niña».
Casa Guidi- Florencia
Fue enterrada en el cementerio protestante inglés de Florencia. Cuentan que las tiendas cercanas a la Casa Guidi fueron cerradas y que Elizabeth fue llorada con mucho sentimiento por los habitantes de la ciudad.
Flush es una novela con encanto, sencilla y conmovedora. Sin embargo, estamos leyendo a Woolf y hay mucho de su ingenio y originalidad, de su perspicacia. El relato tiene muchos niveles, esconde mucho y disfrutas desde la primera a la última página.
Woolf siempre necesita llegar a lo más oculto, a la profunda psicología de sus personajes. En este caso necesita desesperadamente conocer las motivaciones, el alma de este perrito. Intenta registrar sus estados de conciencia y creo que lo consigue magistralmente.
Flush es muy real, su monologo interior nos permite conocerle perfectamente.
Woolf acababa de terminar de escribir «Las olas» y estaba leyendo las cartas de Barrett. Escribió Flush como un juego, como algo más ligero.
«Flush, en otras palabras, es una Woolf en ropa de perro», comenta Alison Light en su introducción a la edición Penguin Classics. Woolf nos habla a través de este perro.
Merece la pena conocer a Flush y vivir con él sus aventuras, disfrutar de su compañía y escuchar todo lo que tiene que decirnos.