«…Pero también hay mujeres que se independizan, que viven de su propio esfuerzo, sin necesidad de «aguantar tíos». Pero eso es en otro país, donde la cultura ha dado un paso de gigante; donde la mujer ha cesado de ser un instrumento de placer físico y de explotación…»- Tea Rooms, Mujeres obreras- Luisa Carnés
Había oído hablar mucho de este libro y después de ver un reportaje interesantísimo sobre Las Sinsombrero necesitaba leerlo.
Las Sinsombrero, mujeres increíbles, únicas, valientes. Intelectuales capaces de comerse y cambiar el mundo. Lucharon con inteligencia y coraje en una España que solo las iba a permitir pasar como de puntillas. En esa España que las condenaba a la mediocridad.
Las pintoras Maruja Mallo, María Teresa León y Angeles Santos, la escultora y poeta Marga Gil Roësset, las escritoras Concha Méndez, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín , la filósofa María Zambrano, y la actriz Josefina de la Torre, entre otras muchas mujeres, no estaban dispuestas a desempeñar el papel que se esperaba de ellas, ¡por supuesto que no!.
Se las concedió el altavoz para reivindicarse, para mostrar todo lo maravilloso que tenían que contar, que expresar.
«Misteriosamente», «por arte de magia» desaparecieron de la historia, de las crónicas de los libros. Su talento, su obra y su legado es igual o incluso más importante que el que nos dejaron algunos de sus coetáneos, de sus compañeros de generación; los poetas, novelistas, artistas e intelectuales de la Generación del 27 .
Eran tanto o más brillantes que ellos, ¿por qué se las silenció?. Unas pioneras, vanguardistas que rompieron moldes y esquemas e incluso disfrutaron de su éxito, ¿por qué ese segundo plano?. Lo peor es que esa injusticia se haya seguido manteniendo en el tiempo.
¿Cómo es posible?, esto no puede permitirse. Nuestra historia, el presente y el futuro lo construimos todos. ¡¡Todos!!.
Luisa Carnés, la autora de este libro magnífico, tan necesario e imprescindible, no coincidió cronológicamente con la Generación del 27 . Tampoco puede considerarse una sinsombrero, pero comparte con ellas el mismo destino; tras la Guerra Civil y la dictadura franquista se convirtió en una escritora invisible. ¡Qué lástima!, ¡qué verguenza!.
Hay libros, relatos que sorprenden, emocionan, impactan y remueven algo por dentro. Las palabras tienen una fuerza que trasciende las páginas por su potencia, por su enorme sinceridad, por su realismo casi abrumador.
¡Cuánto talento!, ¡qué manera tan bella y delicada de contar!.
Vente hoy conmigo a tomar una cafecito o un té.
Te invito ; )
Conozco un salón de té, cerquita de la Puerta del Sol de Madrid. El viaje es largo y el descubrimiento va a ser duro, nos encontraremos con la verdad, con la realidad.
¿Puedes imaginarte el Madrid de los años 30?. Tiempos difíciles. El país está sumido en una horrible crisis, en un mar de contradicciones e ilusiones, de ciertos aires de cambio.
Por un lado los avances y los intentos de modernización son muy importantes, sorprendentes. Sin embargo, los pobres siguen siendo cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos y las mujeres las peores paradas en toda esta situación.
La Segunda República y la Constitución de 1.931 convirtieron a las mujeres en ciudadanas de pleno derecho.
Esta Constitución eliminó los privilegios reconocidos solo a los hombres. Reconoció el derecho a voto de las españolas y también la posibilidad de acceder a cargos públicos. Protegió la maternidad, suprimió el delito de adulterio, permitió el divorcio, reguló el trabajo femenino y la igualdad salarial. No se podía despedir a una mujer por casarse o decidir tener un hijo.
Era una ley atrevida, moderna y avanzada.
Pero a nivel «terrenal», en el día a día, las costumbres, la sociedad, no permitían ninguna «salida de tiesto». El papel de la mujer seguía reduciéndose al ámbito doméstico. Destinadas a ser «el reposo del guerrero», «el ángel del hogar» y las dulces y calladitas hijas y esposas. El trabajo que promete cierta emancipación y libertad, se convierte en una nueva forma de esclavitud.
La que se atrevía a burlar su destino no era muy bien vista, incluso por las otras mujeres. ¡Vaya tela!, qué flaco favor nos hacemos a veces a nosotras mismas.
La religión y los prejuicios hipócritas, la doble moral y el doble rasero para juzgar influyen, influyen muchiiiiisimo. ¡Una pena!. ¡Cuántas trabas, solo por el hecho de ser mujeres!.
En este ambiente, algunas consiguieron introducir nuevas formas de pensar, nuevos comportamientos. Trataron de defender con uñas y dientes el derecho de la mujer a la educación y a un trabajo digno y muchas por este motivo sufrieron cárcel o exilio.
Matilde es una jovencita con sueños, aspiraciones, buscando su lugar en el mundo. Otra muchachita más, invisible. Pobre, trabajadora y peleona, acostumbrada a una vida dura y sin esperanzas. Sometidas a los padres, a los maridos, a los jefes, a jornadas laborales interminables recompensadas por salarios miserables, a la discriminación. En una España dividida entre «los que cogen el ascensor, y los otros, los de la escalera de servicio».
Matilde se pregunta todo los días el por qué. Por qué tiene ese «deber» de conformarse con todo, de callar. Está harta de no tener voz, de no tener opciones, de no poder aspirar a nada. ¿Existirá alguna salida?.
«La obrera española, salvo contadas desviaciones plausibles hacia la emancipación y la cultura, sigue deleitándose con los versos de Campoamor, cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su «carrera»: el marido probable. Sus rebeliones, si alguna vez las siente, no pasan de momentáneos acaloramientos sin consecuencia. Su experiencia de la miseria no estimula su mentalidad a la reflexión…. ¡Bueno! A veces -pocas- siente que su vida es demasiado monótona y dura; pero su mente contiene suficientes aforismos tradicionales, encargados de convencerla de su error y de la inmutabilidad de la sociedad hasta el fin de los siglos… no posee sobre la tierra otro patrimonio que sus lágrimas, y por eso tal vez las prodiga.»
Matilde acude a una entrevista de trabajo. Tiene intención de ser secretaria y acude a una oficina al reclamo de un anuncio: «Urge mecanógrafa, modestas pretensiones» . El anuncio ya habla por si solito.
Este trabajo no va a ser suyo. De camino a casa, ese día lluvioso, con los pies empapados y agotados porque sus zapatos están rotos, pensando en si se gasta el poquito dinero que le queda en el billete del tranvía, o si se compra un delicioso buñuelo, Matilde reflexiona, piensa, intenta acallar sus pensamientos…«Pensamiento, idiota, ¡duerme!.» El pensamiento duele. Sabe que lo tiene muy complicado, pero hay que seguir luchando, peleando por llevar las patatas viudas a casa.
Matilde no tendrá dinero para zapatos o para esas ropas bonitas, que en el fondo, con coquetería, le gustaría lucir. Sin embargo tiene carácter, voluntad, inteligencia y esperanza para dar y tomar. Ganas, tiene muchas ganas, a pesar de las trampas que le pone la realidad.
Encuentra trabajo en un lujoso salón de té, en una pastelería, en pleno centro de Madrid.
Allí comienza a trabajar, acompañada de un grupito de compañeras dependientas. Todos los días la rutina les espera con «Diez horas, cansancio, tres pesetas».
Mientras la vida continúa y bulle tras los cristales del escaparate y por la cafetería entran y salen señoritas, señoronas, artistas, caballeros, jóvenes, viejos y familias, ellas se afanan siempre con una sonrisa en la boca para que todo esté perfecto. Una dura encargada está al acecho y las somete a muchas humillaciones.
Todas tienen sus pequeños sueños y deseos, sus secretos. Tratan de abrirse camino como pueden o como las dejan.
Alguna mantiene una relación sentimental tormentosa con el dueño, otra se aferra a la religión, aquella quiere que un cliente guapo que dice que es actor se enamore de ella, la más atrevida aspira a salir del agujero estudiando, a través de la cultura…
Deja que te cuenten su historia ; ) ¡Escúchalas!.
En el centro de Madrid hay manifestaciones obreras, la tensión se palpa en el ambiente y los acontecimientos tímidamente las llenan de esperanza, aunque no se atrevan a alzar la voz contra sus jefes.
Puede que el futuro sea mejor, y la mujer pueda abrirse sus propios caminos.
«¿Cuándo será oída su voz?«.
Actualmente hemos avanzado. Hemos mejorado, si, no cabe duda, pero queda mucho, mucho por hacer.
Tea Rooms es un relato crudo y, sin embargo, cargado de poesía, de belleza. Realista, sincero y sencillo. Con una prosa muy visual, rotunda y potente, Carnés no recurre a las florituras y a todo lo llama por su nombre, con valentía y una enorme inteligencia, sin andarse con pamplinas y sentimentalismos. Las cosas son como son y no vale darle vueltas, hay que denunciarlas y acabar con ellas. Todos tenemos que tomar conciencia.
Magníficamente bien escrito. Inolvidable, moderno, vanguardista y atrevido . ¡No te lo puedes perder!. Creo que tienes que leerlo, es fascinante.
Mil gracias a Hoja de Lata editorial que ha recuperado esta obra. Además la edición es preciosa y he leído que publicarlo y encontrarlo fue emocionante.
Luisa Carnés nació en 1.905, en el hogar de una familia numerosa muy humilde del madrileño barrio de Huertas. Hasta los once años asistió a clase en un colegio de monjas, pero pronto tuvo que ponerse a trabajar en el taller de sombrerería de su tía. No pudo asistir a ninguna Residencia de señoritas, ni formarse en alguna buena escuela o relacionarse con los grandes intelectuales como las sin sombrero. Pero Luisa tenía inquietudes y en sus ratos libres no paraba de leer y leer a los rusos y también clásicos españoles. Tenía verdadera pasión por la literatura y como no tenía dinero para comprarse libros, devoraba los folletines que se publicaban en los periódicos y las novelas baratas. Su mente era inquieta, a pesar de su carácter tímido e introvertido.
Fue telefonista, dependienta y mecanógrafa y trabajó como nuestra amiga Matilde, en un salón de té.
Trabajaba y escribía. Consiguió publicar sus primeros cuentos y un primer libro Peregrinos de Calvario. Tuvo el reconocimiento de la crítica. Había nacido una nueva novelista.
La mecanografía le permitió contactar con el mundo editorial. La CIAP la contrató y así conoció a Ramón Puyol, dibujante y pintor de algunos de los libros de esta editorial y autor de carteles durante la Guerra Civil.
Se enamoraron y de esta relación nace su hijo en 1.931.
Esta editorial publicó Natacha, su segunda novela.
La CIAP quiebra y Luisa se traslada a Algeciras, a la casa de la familia de su marido. No está hecha para ser ama de casa, hay mucho por lo que luchar, hay mucho que hacer.
En 1.923 vuelve a Madrid y retoma su trabajo en la revista femenina Estampa. Publicó diversos artículos y colaboró en La Voz, La Esfera, Crónica y La Raza.
Sus problemas económicos la obligan a instalarse en casa de sus padres y en 1.934, se separa de su compañero, de Puyol.
En el 36 se afilia a la Unión de Juventudes Comunistas y al siguiente ingresa en el PCE.
En 1.937 es evacuada a Valencia y posteriormente a Barcelona.
En esta ciudad participa en la publicación de Frente Rojo y conoce al poeta Juan Rejano.
Rejano es su gran amor y el compañero para el resto de su vida.
El hijo de Luisa, su pequeño, es evacuado a Francia y no se podrá reunir con él hasta 1.939. Carnés cruza la frontera desde Barcelona y queda recluida en Le Pouliguen. Pudo salir de allí gracias a la ayuda de la escritora Margarita Nelken.
En mayo de 1.939, tras pasar por París para recuperar a su hijo, se embarca en el Veendam para trasladarse a América junto con un grupo de intelectuales republicanos.
Viven en el exilio, en México y allí permaneció hasta su muerte en 1.964, debida a un accidente de tráfico. Su familia sobrevivió.
Su nieto Juan Ramón todavía continua buceando, investigando en la vida de esta «misteriosa» mujer. Quién sabe si no habrá más sorpresas.
De momento no debemos dejar que su voz quede dormida, que desaparezca en el olvido. Vamos a seguir leyéndola y a hablar sobre estas mujeres increíbles, para que recuperen el lugar que les corresponde en la historia.
Es necesario saber de donde venimos para seguir adelante.