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Personajes secundarios- Joyce Johnson- Lecturas en femenino

Otro año más, llegó el 8 de marzo y, cómo no podía ser de otra manera, en el grupo Tarro Libros, Carmen Forjan nos ha hecho su propuesta, para reivindicar este día, que este año 2.018,en concreto, creo que va a hacer historia.

El lema es Lecturas en femenino.

Queda mucho por hacer, construyamos todos de la mano, un mundo mejor, una humanidad mejor.

Quiero hablarte de Joyce Johnson. ¿La conoces?

 

«Vivíamos con la ilusión de que nuestra pasión nos bastaría. Creíamos que para cambiarlo todo solo hacía falta empeñarse lo suficiente»… Personajes secundarios- Joyce Johnson

The Beat Generation

The Beat Generation

A finales de los años 50, un grupo de intelectuales y artistas americanos,entre los que se encuentran Kerouac, Ginsberg o Burroughs , rechazan las convenciones sociales y se convierten en mitos, en el símbolo de una generación. Tratan de encontrar su lugar en el mundo, rompiendo las reglas y persiguiendo sus sueños. Otro momento único, especial, otra generación irrepetible.

Les acompañan en este viaje geniales personajes secundarios y también inolvidables. Como ella, Joyce Johnson.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos es un país preocupado y asustado por el comunismo y la bomba nuclear. El consumismo es la nueva cultura y por primera vez los jóvenes, «aparentemente», no tienen que preocuparse por nada, su situación ya es mejor que la de sus padres y deberían vivir cómodamente.

Muchos no estaban satisfechos y no estaban dispuestos a dejarse llevar por la corriente, a mantener el modelo de sociedad instaurado por la generación anterior.

Querían cambiar y quizás porque lo tenían más difícil que los hombres, las mujeres fueron las más valientes y atrevidas.

Se acabó desempeñar ese rol meramente decorativo, hay mucho por hacer y, por supuesto, que decir.

Una de estas mujeres es Joyce Johnson.

«Una personita interesante. Judía elegante, clase media,de aspecto triste y buscando algo. Parecía muy polaca».

Así la describía Kerouac, aunque ella dice no sentirse muy identificada.

Aún hoy se la sigue recordando por su relación con el escritor. Una lástima, porque ella es escritora, muy buena escritora, y lleva toda la vida escribiendo.

Su primer libro lo publicó con 21 años, algo increíble para la época.

Mirála. Pequeñita, rubita, una chica beat más, anónima, casi una sombra diminuta detrás del gran genio y, sin embargo, con las mismas ganas y el mismo entusiasmo que él.

Kerouac podía ser irresistible, pero ella tiene mucho que contar y lo hace con una sinceridad pasmosa. Mientras se cuenta a sí misma, descubrimos tantas cosas, que es un placer leerla.

Joyce dice que aunque muchos hombres despreciaban el trabajo de las mujeres artistas, Kerouac siempre apoyo su escritura.

Joyce Johnson

Joyce Johnson

Joyce Johnson es una más de esas mujeres silenciadas que emprendieron una larga batalla para que su voz se escuchara, para hacerse valer.

Fue testigo directo de las aventuras y desventuras de la generación beat y habla clarito, sin ocultar nada. Sin apasionamientos, desmitificando a los ídolos.

 

Gracias Joyce, por acompañarnos en el camino y contarnos tanto y tan bien.

Una generación que dio voz al desasosiego y descontento que muchos experimentaban. Una generación que sentía que se había perdido algo.

«Nos habían arrebatado la energía y el coraje de la juventud.». 

No obstante vivieron unos años apasionantes, intensos, de una desgarradora huida hacia adelante. Como Kerouac, se lanzaron a la carretera, al camino, con el deseo de vivir una vida libre.

Jack Kerouac

Jack Kerouac

Joyce era una niña formalita y perfecta, educada en el seno de una familia judía que, claro, esperaba de ella que se casara, tuviera hijos, una bonita casa y viviera el sueño americano. La niña tiene otros planes y los papás no lo saben.

Los vientos traen cambios y ellas tienen inquietudes, ganas.

Como Joyce, muchas de estas chicas se atrevieron a salir de casa de sus padres. A vivir en apartamentos independientes. Ahora nos parece una nimiedad, pero en aquel momento era todo un progreso y suponía una ruptura con todo, principalmente contra uno de los grandes estamentos; la familia.

Se las permitía trabajar, lo justo para vivir una pequeña aventura y conocer mundo, pero ataditas, controladitas porque el objetivo era el matrimonio.

Casi todo era cosa de hombres. Las aventuras y las experiencias no eran cosa para jovencitas. El sexo era peligroso, un embarazo no deseado tambaleaba la existencia misma. Joyce abortó en los años 50 y no fue nada fácil. Fueron capaces de quitarle al sexo sus tabúes.

Si se atrevían con el arte eran únicamente musas y admiradoras, aunque ellas experimentaban, estudiaban y trabajaban tanto o más que ellos.

Joyce nos cuenta que costaba encontrar el propio lugar. No querían ser como sus madres, ni tampoco como las profesionales que veían en las películas. Querían ser ellas mismas.

«…Ninguna advertencia. sin embargo, nos hubiera frenado, tan ansiosas estábamos por abrazar la vida y la realidad en todas sus facetas. Estábamos dispuestas a disfrutar incluso de las penurias…»

Me encanta como con mucha franqueza comenta sus errores, sin engañarse a si misma. Esos errores que todas cometemos.

Uno de ellos fue caer rendidas en los brazos de esos hombres rebeldes y «fascinantes», pretendiendo que las llevaran en sus viajes y correrías. Eran muy jóvenes y no supieron desafiar las antiguas reglas que regían las relaciones entre los hombres y las mujeres, no contaban con ser revolucionarias por sus propios medios. Aunque lo intentaron con todas sus fuerzas.

A los 13 años algo bulle en el interior de Joyce. Un buen día se compra unos pendientes de cobre y se cambia al salir de clase con esa ropa que a mamá no le gusta, para ir corriendo a Washington Square, un lugar «peligroso» donde se reúne la bohemia y esos personajes que estaban listos para desencadenar uno de los movimientos literarios y artísticos más influyentes de la historia. Por los cafés y las barras de bares y garitos de Nueva York, se mueve, bebe y pasea esa generación que intenta romper esquemas y revolucionar las artes y las diferentes formas de expresión. En estos bares, como el Cedar, se habla de filosofía, de sexo, de religión. Se sueña con huir del conformismo y la rutina.

¿Quién no se hubiera escapado? ; )

Beat Generation

Larry Rivers, Jack Kerouac , Gregory Corso, David Amram y Allen Ginsberg  en Nueva York en los 50. Getty Images

Fotografía de Louis Faurer

Fotografía de Louis Faurer

Muy cerca de donde vivia  Joyce con sus padres, a pocas calles del Upper Side Manhattan, se encontraba el apartamento en el que convivían Burroughs, Ginsberg y Kerouac. Una pandilla que no tenía nada que ver con su mundo. Unos «locos» que bebían, experimentaban con las drogas, escuchaban jazz y hablaban de temas muy muy interesantes, ajenos a ese sueño americano. Al contrario, rebelándose contra ese sueño. Viviendo a tope, buscando una libertad sin límites. ¡La que se estaba organizando en aquel apartamento!.

 

William Burroughs y Jack Kerouac

William Burroughs y Jack Kerouac

Mientras, Joyce ,se matricula en una universidad privada para chicas, en la Barnard College, intentando retomar su camino. Pero la vida tiene otros planes.

Romance- Louis Faurer

Romance- Louis Faurer

Elise Cowen

Elise Cowen

En esta universidad conoce a la poeta y escritora Elise Cowen, una niñita más de clase media, que también tenía sus planes. Una rebelde más en tiempos en los que no se podía ser rebelde.

Elise vivía en una pensión cerca del campus, pero después debido a los trastornos de su enfermedad psíquica, que empiezan a manifestarse en un primer intento de suicidio, fija su residencia en la trastienda del apartamento de una mujer rusa.

Allen Gingsberg y Elise Cowen

Allen Gingsberg y Elise Cowen

Lee sin parar, escribe sin descanso, roba libros de las bibliotecas y asiste muy poco a clase. Cowen era muy inteligente y muy culta, pero sus logros no estuvieron nunca a la altura de las expectativas que tenían sus padres. académico nunca está a la altura de las expectativas de sus padres y eso le originaba muchos conflictos. Sufrió una grave depresión durante toda su vida.

Experimentaba con las drogas y comienzan sus relaciones tortuosas con los hombres.

Elise estaba perdidamente enamorada, de Alex Greer, su profesor de Filosofía. Adora a su profe, pero para él, ella solo es su amante, la perfecta cocinera, secretaria, niñera…¡¡aayy!!.

Elise Cowen

Elise Cowen

En casa de Greer, le presentaron a aquella gente que recitaba poesía y todo cambió. Cowen y Johnson, entraron en contacto con la contracultura e hicieron suyo el lema que les inculcaba su profesor de literatura creativa: «Salir de casa, correr tras sus sueños, tener experiencias y escribir sobre ellas.» 

Elise quedó prendada de Gingsberg desde el primer momento. Descubrieron que tenían un conocido común, el poeta dadaísta Carl Solomon. Solomon había coincidido con Elise y con Gingsberg, juntos o por separado, en diferente ingresos en el hospital psiquiátricos de Nueva York.

Jack Kerouac, Lucien Carr y Allen Ginsberg.

Se cumplen todos sus sueños de adolescente, Elise se enamora al instante. Ambos pensaban que eran almas gemelas y ella siempre estuvo unida emocionalmente a él, nunca supo o pudo desengancharse. Mantuvieron una relación, pero Gingsberg terminó confesándole su homosexualidad, se había enamorado del poeta Peter Orlovsky.

Gingsberg y Elise con su escritura automática y sus versos, estaban creando algo nuevo, fresco y sorprendente.

Elise será considerada como la última novia del poeta, su mentor, el ejemplo a seguir. 

Ella comenzó una relación con una mujer e incluso las dos parejas compartieron apartamento. Cowen desparecía por largos periodos de tiempo, huyendo de sus tormentos y demonios, preocupando a sus amigos que la buscaban por hospitales y morgues muy angustiados.

Descubre el budismo y la mística judía, una posición espiritual que filtra en sus poemas a través de su propia experiencia.

Cuando se gradúa en el Barnard College , trabaja como mecanógrafa en una emisora de televisión. Escribe por la noche sin parar, bebiendo vino tinto, llegando al exceso, bebe porque se tiene que aguantar, aguantar su mundo interior, sus angustias, bebe para sostenerse.

La bebida le lleva al despido en su trabajo. Vuelva a casa de sus padres y su vida toca fondo, se siente perdida, vacía, triste. Necesita ser independiente.

Toma una decisión valiente: escapa a San Francisco. 

La idea original de viajar a San Francisco partió de Joyce Johnson, que quería estar más cerca de su novio Jack Kerouac, pero Elise se va sola.

En esta ciudad vive en una pensión de mala muerte con un pintor irlandés alcohólico que conoció en un bar. Se queda embarazada y el compañero la abandona, ¡qué machote!.

Cowen decide abortar. Como no tiene dinero para someterse a la operación y el embarazo ya estaba muy avanzado, tiene que someterse a una histerectomía. Cuando supera el aborto, arruinada, débil y enferma, sus amigos están muy preocupados por su salud. Regresa a Nueva York, vuelve a escaparse brevemente a California, pero finalmente se instala en Manhattan

Allen Ginsberg la ayuda a encontrar apartamento que comparte, muy poquito tiempo, con la poetisa Janine Pommy Vega, con quien entabla amistad: “Ella era la persona más inteligente que he conocido”, diría de Cowen.

Por la admiración y el cariño que le profesa, Elise mecanografía el poema “Kaddish” de Ginsbergdedicado a la muerte de la madre del poeta, Naomi, una mujer cuya vida estuvo marcada por los problemas mentales. ¡Qué coincidencia!.

Elise cada vez se siente peor y es necesario ingresarla en el Hospital Bellevue, para tratarle la hepatitis y la psicopatía que padece. Firma el alta voluntaria, alegando la excusa de un viaje con sus padres a una cura de reposo en Miami.

Ya en casa,el 27 de febrero de 1.962, abre la ventana del salón (cerrada bajo llave) y se arroja al vació desde un séptimo piso de la Avenida Bennett en Washington Heights.

Murió en el acto. Tenía apenas 28 años, y en alguna ocasión había expresado que el suicidio era una alternativa honorable a su propia vida.

¿Se la permitió ser quién quería ser?.

Abatidos y rotos de dolor los padres toman una terrible decisión. Escandalizados por la homosexualidad, el consumo de drogas y la locura de su hija, destruyeron la mayor parte de los diarios, poemas y escritos de Elise : ( 

Ochenta y tres poemas se escondieron en una caja de un sótano de Minneapolis. Leo Skir, amigo de Elise, los había rescatado de su armario, cuando acudió a dar el pésame a casa de sus padres.

Elise Cowen nunca publicó sus trabajos en vida. Poco a poco, en gran parte debido a los esfuerzos de sus amigos, estos apuntes, fragmentos y poemas que datan de 1959/60 se fueron divulgando en diferentes revistas literarias, hasta que en Estados Unidos, Tony Trigilio editó todos sus escritos en un solo volumen bajo el título de “Elise Cowen: Poems and Fragments”.

«La dama es una cosa sumisa

hecha de agua y muerte.

La moda la viste con sobriedad y 

usa su mente para coserle la bastilla».

Volvamos con Joyce, que nos está esperando.

Antes de conocer a Kerouac, ya estaba enamorada de él, era muy atractivo, carismático.

Joyce había leído su primer libro, La ciudad y el campo, y conectó. Sintió que hablaba sobre ella, sobre su necesidad de ruptura con todo. Algo paradójico porque Kerouac nunca fue capaz de romper con su familia.

Louis Faurer

Gingsberg les organizó una cita a ciegas, se gustaron y comenzaron una relación llega de altibajos, muy tortuosa.

On the road, la película

El alcoholismo de Kerouac influyó mucho en su historia de amor. Joyce cuenta que Jack bebía porque estaba deprimido, porque siempre estuvo deprimido.

El trataba siempre de enseñarle cosas nuevas y la animaba con su escritura. La impulsaba a salir a la carretera, a vivir por su cuenta y ser ambiciosa.

Joyce sabe que después de tantos años sigue sin conocer a Kerouac. Era impenetrable, su verdadero yo, se encontraba escondido.

Jack Kerouac

Ella estaba junto a él el día que se publicó la primera crítica de En el camino, todo un acontecimiento en el mundo editorial, una revolución. Ya sabes la frase, «detrás de todo gran hombre, siempre se encuentra una gran mujer»… y ¿por qué no decimos, al lado y de la mano de todo gran hombre se encuentra una gran mujer?, o, mucho mejor, ¿delante de toda mujer, siempre hay un gran hombre?.

«Pensé en los años en los que había conocido a Kerouac, en los extraordinarios hombres y mujeres que habían participado en mi revolución, en los supervivientes y en los que se habían quedado en el camino. Pero solo podría contar su historia contando la mía». Joyce Johnson. 

Joyce es una observadora inteligente, minuciosa y nos habla de esos personajes secundarios, que no tuvieron relevancia  y sin embargo hicieron historia.

Uno de los matrimonios más controvertidos de la época fue el de LeRoi Jones y Hettie Jones. Ella era blanca y él un hombre negro. Si, hoy no nos choca tanto, pero imagina la sociedad de la época lo que pensaría. Difícil mantener un matrimonio en estas condiciones, que provocaron muchos conflictos interiores. El decidió que no podía estar unido a una mujer blanca.Hettie Jones

Hettie, como Jones y Cowen, lo tuvo muy complicado para encontrar su lugar, desarrollar su personalidad y su talento. Nada salió como ellas esperaban, volvieron a desempeñar los roles femeninos, dentro de esa bohemía artística en la que tanto deseaban militar.

Fueron esos personajes secundarios y no podemos, no debemos olvidarlos.

Hettie Cohen trabajaba en una revista de música en el Greenwich Village y se enamoró de su compañero.

Después de un aborto y un segundo embarazo, Hettie y Roi se casaron. Sus padres lloraron amargamente. Mientras tanto, ellos se convirtieron en figuras importantes de la cultura de la ciudad. Juntos publicaron Yugen, una revista literaria que publicó los poemas de Roi. Trabajaban desde la mesa de su cocina.

Por su loft pasó toda la generación beat. Ni que decir tiene que la estrella deslumbrante era Roi. Ella le apoyaba e incluso tuvo que soportar todo tipo de infidelidades.

Cuando el compromiso racial de Roi se hizo más fuerte, la abandonó y marchó a Harlem, para liberarse de este matrimonio interracial que no era políticamente correcto. ¡Otro «gran hombre» más!, ¡vaya tela!.

Ella se quedó sola en Manhattan, cuidando de sus dos hijas. Manteniendo su fe interracial, fue capaz de encontrar su voz creativa como escritora de libros para niños.

Su libro, «Cómo me convertí en Hettie Jones», es otro retrato de los Beats increiblemente interesante.

Joyce tiene la sensación de que fue una época en la que se abrieron muchas puertas y que no supo aprovecharla. Creo que ese es un sentimiento que acompaña siempre al ser humano.

Hablar de ellas, de estas mujeres, contarlas, leerlas y escucharlas creo que es la mejor manera de darles gracias por su lucha, por sus intentos de hacer de este mundo un lugar mejor.

 

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